Ya estuvo de odiar. La verdad es que no está padre. Aún si alguien lo merece. Porque independientemente de eso, el odio genera un... algo dañino en uno. La mente empieza a tomar caminos extraños dejándose llevar por ese caudal de sentimientos.
Sigo enojado. Seguramente por un muy buen rato lo estaré.
Pero eventualmente el enojo dará paso a la lástima, y después a la indiferencia.
Es el ciclo natural, y saludable creo yo, de una situación que genere un sentimiento así de intenso.
No estoy diciendo que no volveré a sentir odio, ni que lo voy a mantener en control por siempre. Pero de todo se debe aprender y mejorar, y en esta ocasión aprendo a dejarlo correr con menos libertado para la próxima vez. Por MI bien, claro está, no por quien sea el objeto de dicho odio. Tampoco soy tan magnánimo. :)
Y aunque salgo más sabio, también me queda claro que no cambiaré mucho sobre lo que ofrezca o esté dispuesto a ofrecer a esa próxima persona. Finalmente, ¿qué culpa tendría ella de lo que yo viví antes? No, no. That's not my style.
Sporch out.
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