Y entonces medio por accidente y medio buscándolo, el lobo sale de su usual entorno y se lanza a nuevos caminos.
Un buen día, el lobo se topa con una amigable ranita que conocía de tiempo atrás, y ella va acompañada de una hermosa patita, ambas en su camino hacia el estánque.
La ranita y el lobo rápidamente se ponen al corriente sobre los eventos de sus vidas y el lobo entonces torna su atención hacia la pata.
El lobo, temeroso de auyentar a la patita, trata de ser muy amigable, pero ella no parece estar preocupada en lo más mínimo por su presencia. Ella le cuenta de su mundo de patos y él de su mundo de lobos, y curiosamente no son tan distintos.
Sigue caminando con ellas y las acompaña hasta el estanque, en donde la ranita se despide y alegre se marcha brincando de lirio en lirio. La pata se queda un rato en la orilla, sentada junto al lobo y platican de todo y de nada, hasta que la hora de partir llega. El lobo debe regresar a su mundo y la pata al suyo. Antes de irse, el lobo promete regresar. Sabe ya bien el camino que lo traerá de vuelta al estanque y la patita alegre contesta que ahí estará.
Anas platyrhynchos domesticus. El Pato doméstico.
De apariencia inofensiva pero ha llegado a crear todo un revuelo y a derrumbar muros por todos lados.
Ha pasado ya un buen rato desde la última vez que esas alarmas se activaron, y, si bien crean algo de tensión, sinceramente son un sonido bienvenido.
Y la distancia no me encanta, pero entiendo que no es necesariamente mala.
Inicia entonces una historia nueva. Y tiene toda la pinta de ser una muy interesante. Ya sé el camino de regreso al estanque.
Sporch out.
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